3 de mayo de 2011

Locombia, escuela y casa de malabarismo

Maiki y César son dos personajes bastante peculiares. Encontrarlos no fue fácil. El centro, con sus visitantes cotidianos: estudiantes de las universidades que colindan con la Candelaria, vendedores informales, adictos a la cultura que visitan cada vez que pueden los museos modernos que se fusionan perfectamente con la arquitectura clásica de uno de los barrios de más historia en la capital… Este pequeño espacio, lleno de un sinfín de matices que se unen y moldean una cultura tan polifacética como es la bogotana fue el escenario dónde me encontré con las historisa de estos artistas, personas que, como lo dice uno de ellos, intervienen el espacio público que poco a poco les han ido quitando.


Después de haber hablado unos días antes con César en el local donde trabaja la esposa, Alejandra García, quedamos de vernos en la plaza donde este grupo pasa todas sus tardes de los martes y jueves practicando su arte, su deporte y su forma de vida; la plaza del Chorro de Quevedo. Me dirigía allá, después de entrevistar a Alejandra acerca de la movida comercial que se genera con el malabarismo y el teatro callejero, para poder presenciar con mis propios ojos cómo es una de estas prácticas.

Al llegar allí me encontré con una realidad que me pareció bastante amarga, no estaban practicando ese día. No pensaba perder el viaje. Vi que había una vendedora ambulante por la zona y le pregunté si conocía a este grupo de teatro. Ella me dio un respiro, me comentó que sí los conocía, pero que hoy no habían venido, posiblemente a causa de la ligera pero continua lluvia que estaba cayendo en esos momentos. Decidí ir para la otra plaza en la que ellos practican, la plaza de la Concordia; queda situada a unos pocos metros de la plaza del Chorro. Llegué allí y tampoco estaban, pero me encontré con unos malabaristas y sin pensarlo mucho les pregunté que si conocían a Circo Cuenta Teatro. Cuando les pregunté, lo único que me supieron responder fue suficiente, Casa Locombia.

Esta casa, un edificio pintado de mil colores, situada justo al frente de esta plaza, era una fiel muestra de cómo es la visión que este grupo tiene de la vida. Fui allí y encontré un timbre en una de las gastadas paredes de esta casona de la Candelaria, que más bien parecía un acuario por los dibujos que tenía. Toqué varias veces, pero nada. Nadie abría la puerta, nadie aparecía, nada. Cuando ya estaba creyendo que este era el fin de mi búsqueda, y por cosas del destino o puras coincidencias, vi que justo al frente de la puerta había una tarjeta de Circo Cuenta Teatro. La alcé y vi unos números a los cuales podía llamar. Sin pensarlo dos veces, llamé para que mi búsqueda no quedara inacabada. Me contestó la voz de un hombre, Richard, y le pregunté si este era CCT. “Sí, somos Circo Cuenta Teatro” me respondió él. Les pregunté dónde se encontraban y me dijo algo que me causo gracia. Se encontraban a menos de una cuadra de donde yo estaba en esos momentos, en una panadería esquinera justo al final de la cuadra en la que yo me encontraba. Me encontré con estos personajes, Maiki, César, Richard y varios integrantes más del grupo de teatro callejero. Al parecer estaban pasando el rato porque no habían podido practicar a causa de la lluvia, cosa que para bien o para mal me ayudó a poder hablar con ellos más amenamente mientras tomábamos gaseosa.

César está en la agrupación hace tres años, él entró porque su amigo, Maiki, lo introdujo en este mundo. Maiki, por su parte, está hace ocho años dentro de esta familia, dueña de la Casa Locombia, y me causó interés ver cómo él contaba su historia en el grupo. Él tuvo formación profesional, actoral, teatral y de malabarismo y decidió saltar “de las tablas a la calle, que es el mejor sitio para presentarse” por causas enteramente sociales. Este personaje, al que le hacen falta unos dientes y a veces también pareciera que algunos tornillos, está totalmente comprometido con la causa social de su trabajo y su vida. “En institutos educativos, en colegios, para niños en trabajos sociales, en trabajos en la calle, con los niños vulnerables, con hijos de prostitutas (…)” fue la respuesta que él me dio cuando le pregunté si alguna vez había hecho trabajo social haciendo uso de su trabajo. Esto deja un poco claro por cuál motivo es que este joven, graduado de administración de empresas de la Universidad Cooperativa, está involucrado hasta tan al fondo en esta movida del teatro callejero.

El tiempo se pasó volando entre preguntas y respuestas, mientras conversaba con algunos de los integrantes. Había momentos en los que la atención de ellos cambiaba de foco y dejaban la conversación conmigo de un lado para molestar con los demás integrates de CCT. Mientras la conversación, solo pude hablar con una de las mujeres del Circo y no lo pensé dos veces al preguntarle si es que ella era la única mujer del grupo de malabarismo. Con una risa escondida detrás de su boca a medio abrir me dijo que no, ella no era la única mujer del grupo. Ciertamente no me dijo dónde se encontraban el resto de las mujeres y tampoco tuve mucha intención de preguntarle. Probablemente el resto del grupo estaba dentro de Locombia. Esta ‘familia’, como me gusta llamarlos, no solo residen acá en Bogotá. Su fama es conocida tanto en el país, pues han viajado por varias causas, como fuera del éste. Maiki relata que la agrupación ha hecho giras por todo Sur América, llegando hasta Argentina y devolviéndose, eso en los primeros años del nacimiento de esta agrupación. Por su parte, Maiki, ha viajado a Venezuela, Perú y por todo el Caribe colombiano, ‘mochileando’ y pagándose sus gastos con este arte. Ese es otro de los beneficios que tiene el ser malabarista, como lo relatan los mismos malabaristas “el arte es sedentario como es nómada, el arte es para hacerlo aquí y allá”. La vida de estos hombres y mujeres se ve hasta cierto punto fácil y algo peculiar, pero no es así. Cada uno de ellos tiene sus familias, sus vidas, sus gastos personales como cualquier otra persona. Lo que parece ser la diferencia de esta asociación es que ellos ruedan por la vida sin atadura alguna que los detenga, y no los deje conocer nuevas experiencias y gente nueva. César, tiene una esposa y un hijo, pero tiene la fortuna de que su esposa entiende perfectamente a la perfección cómo es este trajín de ser malabarista. Ellos son unos artistas que se mueven entre lo novedoso y las antiguas artes de la animación, entre la ‘underground’ y lo oficial. A pesar de ser considerados artistas, Maiki cuenta que “No hay apoyo para estas cosas. Nos cierran las puertas a veces, La Alcaldía, la Secretaría de Educación”. Es una realidad que tristemente podemos ver reflejadas en la vida de muchas personas, artistas de la calle que no tienen ninguna clase de protección social, pues el trabajo de ellos no es considerado un oficio legítimo.


Por otro lado, ellos, los malabaristas tienen además de sus gastos personales otros gastos que tienen que ver con sus trabajos. Y está de más decir que las clavas, los aros, el maquillaje, el vestuario, las bolas de cristal, las cintas y demás no se las regala nadie. Esto sale de sus bolsillos y de alguna u otra forma esto mueve un comercio que no se mueve mucho pero que es necesario para que este arte siga subsistiendo. Hablo de las tiendas especializadas para los malabaristas, “espacios hechos especialmente para los artistas callejeros”, como lo relata Francy, una mujer de 20 años, malabarista, trabajadora social y de paso, la vendedora de ‘Lola Embudo”, local de malabarismo situado en la Candelaria. Como este local, no hay muchos más en la ciudad de Bogotá; durante mi investigación, encontré solamente tres locales más que se encargan de abastecer a toda una comunidad amante de los malabares: ‘Esfera Malabar’, local situado en la feria artesanal de la 140 con 11, ‘Casa Pirata’, ubicado en la 116 con 15, en el edificio con forma de caracol, y por último ‘Cabeza de martillo’, que se encuentra ubicado a unas cuadras del portal de la 80. Estos locales traen su mercancía del exterior, de países como Chile y Estados Unidos.

Francy me cuenta que lo que más vende en su local son las clavas, aros, diábolos, pelotas, además del maquillaje para las presentaciones que este gremio realiza en cada plaza en las que le dan espacio. Ella por su parte, también me contó su versión acerca del malabarismo, siendo ella una representante del clown y del Swing. Para los que no están mucho en la jugada del malabarismo y no saben a qué me refiero, el clown es hacer malabares y teatro maquillado, brindando diversión y emoción al público que lo rodea a uno. Swing es baile con cintas, las cuales mueven al son de la música y del ritmo, que muchas veces vemos en las plazas públicas o en las tablas. Esta faceta del malabarismo es sólo una de muchas que ella tiene, aunque solo tuve el gusto de conocer algunas de ellas. El encuentro con Francy fue algo casual que se dio por cosas del destino. Mientras buscaba a CCT, pregunté en varias partes antes de preguntarle a la persona indicada; entré a una tienda y para mi sorpresa era una tienda de malabarismo nueva. Antes de que esta tienda abriera, lo cual fue hace menos de 4 meses, el arte malabarista solo tenía su espacio y su lugar de compra por el norte de Bogotá. Cuando le pregunté por CCT, no supo responderme dónde es que estaban, pero si los conocía, como conocía a algunos grupos más pertenecientes al movimiento como Muro de Espuma y Calle Colombia, siendo este último el grupo que le dio nacimiento a su pasión. Ella inició cuando todavía estaba en el colegio con esto del malabarismo, pero no solamente hace esto, no. Ella es estudiante de Trabajo Social, además de eso sabe hacer bolsos en cuero, macramé, telar, dos agujas; sabe hacer y pinta aretes; es vendedora de artículos de malabarismo y por último se desempeña tanto en el malabarismo, haciendo swing, como en el teatro callejero, haciendo clown.

Fue una charla bastante amena, me invitó a pasar dentro del local y sentarme en un pequeño taburete. Estaba un poco tímida pues el local todavía no estaba completamente arreglado así que frecuentemente me mencionaba que la disculpara por el desorden. Esa misma timidez dejaba un espacio entre los dos, pues ella mantenía la distancia mientras hablábamos, distancia que se fue acortando mientras avanzábamos en la conversación y ella cogía confianza. Al final terminamos hablando de todo un poco. Como ella me comentaba, una vez se puso a hacer semáforo con una amiga cerca al cementerio central, para poder comprar una botella de vino. Otra de las historias más memorables fue cuando viajó hasta Ecuador mochileando. Se fue sola y acababa de salir del colegio. La decisión la había tomado un tiempo atrás pues ya tenía planeado el cómo se iba a ganar la vida. Meses antes de irse de viaje, empezó a hacer aretes y decorarlos para con esto poder mantenerse durante su viaje. Afortunadamente tenía conocidos en el camino pero su viaje le llegó hasta Manta, donde por causas de dinero y demás se vio obligada a volver. Cuando le pregunté qué era lo más loco que había hecho durante esos viajes, se quedó pensando y una sonrisa escondida le decoró la cara, y soltó estas palabras que no voy a olvidar: “Yo sé para qué es esto, después quién sabe dónde publica esto…”. Ciertamente no seguí preguntando acerca del tema pero esas palabras me quedaron retumbando en la cabeza. Al final no me contó nada de eso y cambiamos de tema mientras ella se reía sola, como acordándose de quién sabe qué cosas.

Esta tarde en la que fui en busca de Circo Cuenta Teatro estuvo llena de matices. Conocí a muchas personas en la búsqueda. De alguna manera estaba destinado a que ese día lloviera para poder entrar más a fondo en el tema del malabarismo, pues como dije e
n un comienzo, el malabarismo no es un deporte o un arte común y corriente, es un estilo de vida. Cuando la conversación había acabado, me fui por el mismo camino por el que había llegado, pero con la visión de la vida un poco cambiada por estos hombres y mujeres que viven el presente, día a día, sin pensar mucho en lo que estarán haciendo mañana o si estarán bien acomodados dentro de un mes. Locombia ofrece toda clase de malabares, pero más que eso, nos deja ver cómo tantas historias, todas tan diferentes, se unen para formar una sola historia, enmarcada por las clavas, el maquillaje, la acción social y en general, el malabarismo.

3 comentarios:

Que buen artículo y que buenos los protagonistas de este, definitivamente los teatreros, malabaristas y artistas en general nos honran con su presencia por este viaje al cual llamamos vida.

Muy buen articulo, gracias, estaba como loco buscando a estos chicos que vi en el Chorro y no recordaba el nombre, en verdad son buenos y divierten mucho... Me encantaría llegar a conocer alguna de estas personas.

Hola me gusto mucho tu artículo, pero me gustaría saber los teléfonos de los locales que nombraste, lola embudo, esfera malabar, es que estoy empezando a seguir estos caminos. Agradezco tu respuesta.